sábado, 12 de marzo de 2011

NO MATÉIS BALLENAS ¡Ñ!

Por Artemio Artigas

Fuente: guiarte.com

En Berlín se celebró la asamblea anual de la Comisión Internacional Ballenera (IWC), organismo clave para proteger la vida de los cetáceos, y que tiene que regular su explotación.

Los ecologistas de Greenpeace exhibieron frente al centro de convenciones de la asamblea tres cadáveres de marsopa -la ballena más pequeña- para llamar la atención sobre los 300.000 cetáceos que mueren cada año atrapados en redes de pesca de alta mar.

Japón logró frenar la creación de “Santuarios balleneros” en el Atlántico y en el Pacífico Sur, pero no logró la aprobación de una "cuota de emergencia" para capturar ballenas pequeñas en concepto de "caza tradicional". Además, la Comisión Ballenera probó una resolución de Australia que condena la caza de ballenas en la Antártida, donde las flotas niponas capturaron el pasado año numerosos ejemplares de rorcual aliblanco con el pretesto de "con fines científicos".

La asamblea berlinesa puso de manifiesto la fuerte división de entre países balleneros que reclaman su derecho a capturar especies que no estén en peligro de extinción y los que consideran que hay que dejar cetáceos porque ya están bastante amenazados

Un símbolo marino

Las ballenas son un símbolo en todo el mundo de la lucha ecologista, pero podrían dejar de surcar los mares si Japón y Noruega siguen en su empeño de continuar su caza. Bajo pretextos científicos ambos países capturan cientos de cetáceos al año, que se convierten luego en selectos platos para “gourmets”, pero también en hamburguesas y “perritos calientes”.

Pero la Comisión Ballenera Internacional finalizó su reunión anual con una pequeña victoria para los países proteccionistas: la creación, a propuesta mexicana, de un comité de conservación de los cetáceos.

“Estamos estudiando retirarnos de la Comisión Ballenera Internacional...”, “...la Comisión ha sido secuestrada por los países proteccionistas...” fueron algunas de las palabras del jefe de la delegación japonesa, Minoru Morimoto, a la conclusión de la reunión anual de la comisión.

Sebastián Losada, responsable de la campaña de ballenas de la organización ecologista Greenpeace en España, ofrecía una visión bastante diferente de la 55ª reunión anual de la CBI, celebrada en Berlín entre el 16 y 19 de julio: “El saldo es positivo, ya que se abandona el enfoque meramente mercantilista de la Comisión”.

La culpa de estas declaraciones enfrentadas la tiene la conocida como Iniciativa de Berlín, propuesta mexicana por la que fue aprobada la creación de un comité destinado a la protección y conservación de los cetáceos, dentro de un organismo nacido originariamente con la función de gestionar su captura.

En principio, esta medida beneficiará a la recuperación de las especies de ballenas en peligro, pero la habilidad de Japón y otros países para sortear las decisiones de la Comisión hace que el futuro de los grandes mamíferos marinos continúe siendo una incógnita.

Los grandes mamíferos

Las ballenas son los animales de mayor tamaño de nuestro planeta, y pertenecen a una familia de mamíferos conocida como cetáceos. La historia de la caza de estos enormes animales por el hombre se pierde en el tiempo. Tradicionalmente han sido los pueblos esquimales (como los actuales Inuit de Alaska) los que se han aprovechado de la esta gran fuente de grasa y alimento, pero fueron los vascos, ancestral pueblo pescador del norte de España, los primeros en adentrarse en el mar con la intención de comerciar con los productos derivados de los cetáceos. Aprovechaban que las ballenas francas se reunían en el Golfo de Vizcaya en la época del apareamiento para conducir sus frágiles embarcaciones de remos y, tras arponear a los animales, arrastrarlos a la costa para obtener la capa de grasa y las barbas.

El siglo XIX vio aumentar enormemente el número de capturas de ballenas. Nuevas tecnologías, como el arpón lanzado desde un cañón o los barcos de vapor, permitieron a los balleneros perseguir especies más grandes y rápidas de cetáceos.

Fue en el siglo XX cuando las poblaciones de ballenas comenzaron su rápido declive. Algunas especies, como la ballena franca (“eubalaena glacialis”) o la más grande de todas, la ballena azul (“balaneoptera musculus”), se acercaron peligrosamente a la extinción.

En 1946 nació la Comisión Ballenera Internacional, para, en principio, preservar los intereses de las naciones balleneras; pero, poco a poco, ante las evidencias de que algunas especies estaban desapareciendo, la CBI comenzó a tomar medidas conservacionistas. La primera de estas iniciativas, en 1979, consistió en crear una zona en el Océano Índico (conocida como santuario) donde la caza de ballenas fue desterrada. Y en 1982 fue aprobada una moratoria que impediría la caza comercial de los grandes cetáceos en todo el planeta. Esta norma, que entró en vigor en 1986, no ha sido respetada por Japón y Noruega.

Estos dos países balleneros son los grandes defensores de la retirada de la moratoria y de la vuelta a la caza comercial de ballenas. En realidad, desde 1986 los barcos nipones y noruegos han continuado con su actividad, bajo la excusa de “caza con fines científicos”.

Otra argucia para conseguir más materia prima para sus restaurantes fue la modificación de una ley que prohibía la comercialización de ballenas muertas accidentalmente. Desde que el gobierno japonés aprobó su venta en los mercados, se pasó de la docena de ejemplares capturados “de manera accidental” al medio centenar.

Por su parte, Noruega se otorgó en 1998 un cupo de 671 ejemplares de rorcuales aliblancos, que captura en sus aguas territoriales. Este número no suele alcanzarse, y el pasado año los barcos noruegos sólo capturaron 648 ejemplares, lo que demuestra según las asociaciones ecologistas el descenso del número de cetáceos.

Este país también esgrime la excusa de la “investigación científica”, pero lo cierto es que en varias ocasiones se ha seguido el rastro de la carne de ballena noruega hasta los mercados japoneses y surcoreanos, donde generan pingües beneficios para el país nórdico.

Además de no respetar la moratoria, Japón veta constantemente las iniciativas que, en el seno de la CBI, puedan afectar a su industria ballenera. Una práctica denunciada por las asociaciones ecologistas y suficientemente documentada es la compra de votos en la Comisión a cambio de ayudas a la pesquería en los países pequeños. Dominica, Granada, Santa Lucía, San Vicente o Islas Salomón son algunos de los países destinatarios de los más de 300 millones de dólares, según varias fuentes, que ha dispuesto Japón para “financiar” el apoyo a sus posturas a favor de la caza desde la entrada en vigor de la moratoria.

Cuando Jamaica entró a formar parte por primera vez de la Comisión, en 1981, lanzó un encendido alegato en defensa de las ballenas. Al año siguiente su delegado se ausentó de todas las votaciones; una década después, el diario británico “The Observer” desveló que poco antes de la reunión anual Japón se había comprometido a comprar toda la producción de la variedad de café “Blue Mountain” del país caribeño.